En la sesión final del Senado para finiquitar la aprobación de las leyes energética, el PRD colocó en el presídium una enorme foto del general Lázaro Cárdenas. Pero no fue la de la noche histórica en que leyó el decreto expropiatorio sino una de 1941 con uniforme militar muy al estilo de Mussolini.
Derrotado en los espacios institucionales del sistema representativo, el PRD se aferró la noche del miércoles a Cárdenas. Esa imagen provocó tres preguntas:
1.- ¿Hubo alguna vez un proyecto cardenista de nación? No, no lo hubo. Cárdenas consolidó el proyecto de la Revolución Mexicana en el Partido de la Revolución Mexicana y en su discurso hacia el socialismo, pero un socialismo con empresa privada. Más bien Cárdenas sentó las bases del capitalismo monopolista de Estado que derivó en su siguiente fase en una economía mixta.
2.- ¿Puede diseñarse hoy en día un proyecto cardenista de nación? Los datos indicarían que no. Cárdenas hizo lo que hizo ante la falta de desarrollo de las clases y la hegemonía de alianzas derivadas de la fase radical del movimiento revolucionario. El cardenismo en su sexenio fue posible por el fortalecimiento del sistema presidencialista autoritario y la alianza con sindicatos ideologizados por Lombardo Toledano.
3.- ¿Tiene el PRD un proyecto cardenista de nación? No, en sus documentos básicos hay quizá un par de referencias a Cárdenas; y aunque dice que el proyecto del PRD es socialista, en realidad su modelo cardenista es el del capitalismo monopolista de Estado, con la tutela del Estado de los derechos sociales. Sólo que no dice de dónde saldrá el dinero para subsidiar el bienestar del 75% de los mexicanos, algo así como 84 millones de personas en situación de algún grado de marginación.
El otro desatino histórico del PRD fue imponer en los debates el discurso de la disputa por la nación entre dos proyectos: el nacionalista popular de Cárdenas y el neoliberal del PRI-PAN. Pero los perredistas han ignorado uno de los desafíos históricos más importantes: la tesis del cruce de ideologías entre conservadores y liberales que fijó Edmundo O´Gorman en su ensayo México: el trauma de su historia.
La tesis es simple: entre el dilema Jano de herencia colonial y aspiración estadunidense, los conservadores llegaron a ser liberales y los liberares derivaron en conservadores. El fondo de este dilema se encuentra en el hecho de que México ingresó desde la revolución de Ayutla en 1854 a un proceso de modernización en la que los liberales tuvieron que ser conservadores y los conservadores actuaron a veces como liberales.
Juárez instaló el capitalismo por encima de los poderes fácticos, entre ellos los indígenas. Díaz retomó el hilo modernizador juarista, consolidó el presidencialismo juarista y abrió la economía a la inversión extranjera pero su falla no estuvo en permanecer en el poder sino en que no pudo convencer a José Ives Limantour y sus científicos a asumir la presidencia.
La Revolución Mexicana sentó las bases de la continuidad modernizadora con el Estado constitucional pero Obregón y Calles no profundizaron la línea; Cárdenas sí entendió la lógica, impulsó la modernización, la dotó de dos instrumentos clave —el partido y el presidencialismo— y mantuvo la línea al promover la sucesión del conservador Manuel Ávila Camacho. Es esa línea de modernización en la sucesión de 1982 López Portillo 1982 optó por el grupo De la Madrid-Salinas-Zedillo para continuar con la modernización y la alternancia no varió el ritmo.
El PRD se ahoga en el pasado mítico de 1938 y quiere regresar las ruedas de la historia a 1938 y al bonapartismo cardenista, pero sin reconocer que el cardenismo perdió en la sucesión de 1940 que operó el propio Cárdenas al optar por la modernización en lugar de por la revolución.